buenas, soy paraguayo, vengo a pedirle la mano de su hija para hacerla feliz. ¿para qué? Paraguayo.

16M052006
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Entre nosotros jugar era esto; de repente el sol se confabulaba con su pelo y la luz filtrada por las hojas de los árboles la ponía tan hermosa que había que decir algo para que el silencio no doliera tan hondo. Entonces yo le decía:

—¡Guapa!
—Chssss—, me replicaba ella con una sonrisa —es un secreto; no lo vayas a divulgar.
—Vulgar—, le respondía obediente, con cara de haber roto muchos platos en mi vida.

Y en ese momento ella que es sabia y estrellada, que sabía que me había enredado las alas a su corazón con la red de sus pestañas, adoptaba aires de emperatriz y me obligaba bajo pena de beso a obedecerle:

—Divergente—, me decía.
—Ver gente—, le contestaba.
—Diagnóstico.
—Agnóstico.
—Dilucidado.
—Luz y dado.
—Divino.
—Vino— y entonces ella se reía y me miraba feliz de tener un súbdito tan obediente. Me acariciaba el pelo como al perro de su señorío. Después me abrazaba y acercaba hasta tocarnos su nariz a la mía para decirme entre susurros:

—Dialogar.
—Al hogar—, le susurraba yo a mi vez.
—Diamante, diviértete.
—Amante, viértete.
—Dime callo—, acababa.
—Me callo. Guapa—. Le respondía y ella me daba un beso.

Entre nosotros jugar era esto. Y parecía tan real que era pura coincidencia.